Interacción entre conflictos geopolíticos y procesos electorales

Interacción entre conflictos geopolíticos y procesos electorales

Por Rosendo Fraga || Nueva Mayoría

La perspectiva del año 2024 va confirmando la fuerte relación que tendrá lugar entre los procesos electorales y los conflictos geopolíticos. Comenzando por Asia, tendrá lugar el 13 de enero la elección presidencial en Taiwán. La puja queda planteada entre el Partido Demócrata Progresista (PDP) de la actual presidenta pro norteamericana, que no puede presentarse a la reelección -limitada a sólo dos períodos consecutivos-, y el Kuomintang de carácter nacionalista, que no impulsa la declaración de independencia y está más alejado de Washington. Este partido había logrado constituir una coalición de las tres fuerzas opositoras más relevantes, transformándose en probable ganador. Pero esta coalición se desarticuló a finales de noviembre. Esto abriría la posibilidad de que el PDP quede primero con el 30% de los votos. El tema es relevante y en la reciente Cumbre entre Biden y Xi fue planteado. El presidente estadounidense reclamó la no intervención china en el proceso electoral, la que podría darse a través de las herramientas cibernéticas. Su homólogo chino le reclamó lo mismo. Un triunfo del Kuomintang reduciría el riesgo de un conflicto bélico en torno a Taiwán y disminuiría la influencia regional estadounidense. Una eventual victoria del actual oficialismo generaría lo contrario. China tiene más de mil cuatrocientos millones de habitantes, mientras que Taiwán tiene sólo veintitrés millones. Pero su elección adquiere una dimensión estratégica global.

La elección presidencial ucraniana, de acuerdo a la constitución, tendría lugar el 31 de marzo de 2024, pero su realización es incierta. El presidente Volodimir Zelensky ha planteado que el propio texto constitucional impide celebrar elecciones mientras esté vigente la ley marcial. El presidente es consciente de que su imagen se ha deteriorado en los últimos meses, al encontrarse la guerra en un “punto muerto”, registrarse señales de cansancio y fatiga en sus fuerzas, y tener por delante un crudo invierno que paralizará aún más las operaciones militares y que será aprovechado por Rusia para avanzar en la destrucción de la infraestructura ucraniana. Además, las dificultades de reclutamiento son cada días más grandes. Las declaraciones realizadas a comienzos de noviembre a The Economist por parte del máximo comandante militar ucraniano, el general Valeri Zaluzhny, han tenido repercusiones políticas. Es un hombre de mucho prestigio, con una imagen favorable cercana al 70% y que duplica la que hoy tiene Zelensky, que es de aproximadamente 35%. Hay quienes ven en el jefe militar una amenaza para él en caso de que se realice la elección presidencial. El general, al hacer público su punto de vista, se ha enfrentado al presidente, quien lo ha refutado y realizado algunas designaciones militares para reducir su poder. Pero en medio de la guerra no puede relevar al general, dada la gran popularidad que mantiene en la población y en las Fuerzas Armadas. Aunque la guerra cumple dos años en febrero de 2024, el debate político está vigente pese al anuncio de Zelensky de que postergará la elección. Paradójicamente, la popularidad de Zaluzhny juega a favor de un escenario de negociación con Rusia, dado que él ha sostenido públicamente que la guerra se encuentra en un “punto muerto”. Por el contrario, el liderazgo político del presidente está fuertemente vinculado a la continuación del conflicto bélico, y una eventual negociación reduciría su popularidad y poder como líder.

A su vez, en Rusia, la elección presidencial será el 17 de marzo y Putin la realizará, pese a la guerra. Al contrario de Zelensky, el presidente ruso ve que para su eventual reelección, la guerra es un factor que le juega a favor. Es que se ha revitalizado el nacionalismo ruso y él es quien hoy mejor lo representa en el país. La más que probable reelección de Putin le permite prolongar el conflicto y postergar una negociación, dado que el tiempo juega a su favor. Pero la elección dificulta una necesidad militar. La estrategia de Putin hace necesario un nuevo reclutamiento, que alcanzaría los doscientos mil hombres para tener posibilidad de imponerse en el campo militar. Pero sería una medida claramente impopular que si bien no le haría perder la elección, reduciría su apoyo en la población. El presidente ruso no corre riesgo de perder, dado su régimen autoritario y la concentración de poder que tiene en sus manos. Como en las elecciones anteriores, se presentarán partidos opositores que no ponen en riesgo su triunfo. La oposición liberal se encuentra debilitada, con sus líderes encarcelados o exiliados. Su participación electoral sería más bien simbólica. Es un escenario muy distinto al del pasado, en el cual la oposición en las calles reclamaba contra la falta de transparencia en el proceso electoral. Los sectores ultranacionalistas que critican a Putin por la falta de resultados en la guerra, podrían transformarse en la fuerza más relevante de la oposición. Pero su figura más relevante -el bloguero pro guerra más popular- fue detenida tras el fracasado golpe de Estado de Prigozhin.

En cuanto al conflicto de Gaza, aunque la elección es lejana no deja de ser una clave de interpretación, mientras que en Israel la popularidad de Netanyahu baja, pero puede postergar una eventual elección por la guerra. La última elección en Palestina (la Franja de Gaza y Cisjordania) tuvo lugar en 2006, hace diecisiete años. Se impuso Hamas con el 44,4% de los votos y obteniendo setenta y cuatro escaños. El segundo lugar lo tuvo Al Fatah (la fuerza que hoy gobierna Cisjordania) con el 41,4% y cuarenta y cinco escaños obtenidos. En total votaron un millón de personas y la participación fue del 76%. Desde entonces no se ha realizado ninguna elección más, en gran medida por la recurrencia de los conflictos bélicos con Israel. Sondeos conocidos antes del ataque terrorista de Hamas a Israel daban cuenta de que si se realizaba una elección en ese momento, Hamas en la Franja de Gaza habría obtenido el 25% de los votos y perdido la elección. Este es un elemento más que puede haber llevado a esta organización a realizar un acto terrorista para intensificar y propagar el conflicto. En Cisjordania -que tiene una población similar a la de la Franja- gobierna Al Fatah. Analizar elecciones en Palestina parece una entelequia, pero una visión de largo plazo puede formar parte de una eventual solución. En 2021 el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, convocó a elecciones, las que nunca se realizaron. Israel tiene sistema parlamentario y desde 2006 ha tenido siete elecciones, de las cuales depende la elección del primer ministro. Pero en los últimos cuatro años, se realizaron elecciones en 2019, 2020, 2021 y 2022. Netanyahu ha gobernado la mayor parte del tiempo desde 2006. Al producirse el ataque terrorista de Hamas, la sociedad israelí se encontraba partida en dos, el bloque de Netanyahu con fuerte influencia del extremismo religioso, y el opositor de tipo multipartidario. Los sondeos tras el inicio de la guerra muestran que si hubiera elecciones, el actual primer ministro las perdería. Pero en medio de las acciones bélicas preside un gobierno de unidad nacional y la oposición no exige la realización de elecciones en esta situación.

En conclusión: las elecciones en Taiwán muestran una puja entre un partido nacionalista tradicional, hoy más lejos de Washington, y el actual oficialismo, una fuerza relativamente nueva más próxima a los Estados Unidos; la elección presidencial ucraniana se encuentra postergada, con una sorda puja entre el Jefe de las Fuerzas Armadas, que es muy popular, y el presidente, cuya imagen va decreciendo; en Rusia la elección presidencial mostrará un claro triunfo de Putin, que nuevamente se impondrá a una oposición dividida y débil, pero en la cual los ultranacionalistas podrían ser la primera minoría; por último, en cuanto a Palestina, la última elección se realizó en 2006, mientras que en Israel, en los últimos cinco años se han realizado cuatro elecciones nacionales, siendo probable una próxima cuando el conflicto militar ceda.

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