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Geopolítica de la disputa marítima peruano-chilena


La Geopolítica del Mar en la Zona Limítrofe de Perú y Chile

 


La disputa marítima entre Perú y Chile es uno de los conflictos fronterizos más emblemáticos y tensos de América Latina, marcada por décadas de tensiones políticas y diplomáticas. Aunque en la superficie pareciera ser un desacuerdo por unos kilómetros de agua, el conflicto abarca un tema mucho más profundo: la soberanía, el acceso a recursos naturales y la identidad nacional de ambos países. La geopolítica del mar en esta región refleja una lucha de poder sobre quién controla los recursos pesqueros y cómo se define la frontera marítima en el Pacífico Sur.

 



La raíz del conflicto

El origen de la disputa se remonta a la Guerra del Pacífico (1879-1884), donde Chile, tras vencer a la alianza formada por Perú y Bolivia, anexó territorios costeros importantes. El Tratado de Ancón de 1883 y otros acuerdos posteriores establecieron las fronteras terrestres entre Chile y Perú, pero las delimitaciones marítimas quedaron ambiguas. Durante décadas, ambos países operaron en el Pacífico sin mayores fricciones, pero con el paso del tiempo, los recursos naturales, particularmente las ricas zonas pesqueras de la región, comenzaron a generar conflictos.

Perú reclamaba que la frontera marítima debía trazarse siguiendo la proyección de su frontera terrestre, lo que resultaría en una línea diagonal que extendiera su territorio marítimo hacia el suroeste. Por otro lado, Chile sostenía que la frontera marítima debía seguir una línea paralela al ecuador, que ya había sido "acordada" en los convenios de 1952 y 1954, donde ambos países, junto con Ecuador, firmaron acuerdos sobre la jurisdicción marítima para proteger sus recursos pesqueros. Sin embargo, Perú sostenía que estos acuerdos solo abordaban aspectos de pesca y no una delimitación territorial definitiva.

La importancia estratégica

Más allá de los límites físicos del territorio, el Mar de Grau (como lo llama Perú) y el Mar Chileno (como es conocido en Chile) son regiones con vastas reservas de recursos pesqueros, particularmente de especies como la anchoveta y otros productos del mar que representan ingresos multimillonarios tanto para Chile como para Perú. En una región donde la pesca representa una parte crucial de la economía, la soberanía sobre estas aguas es fundamental para la seguridad económica y alimentaria de ambos países.

El área en disputa cubría alrededor de 37,900 kilómetros cuadrados, una región con un valor económico significativo, tanto por su biodiversidad marina como por su potencial para la explotación de recursos energéticos futuros, como el petróleo y el gas natural en alta mar. Para ambos países, más allá de la pesca, la cuestión del control del mar también tocaba temas de seguridad nacional, control de rutas comerciales y la proyección de poder en la región.

El litigio en La Haya

El conflicto escaló diplomáticamente en 2008, cuando Perú presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, solicitando que se trazara una frontera marítima nueva y justa. Perú argumentaba que no existía un tratado formal que definiera los límites marítimos y que, por lo tanto, el área debía redistribuirse. En respuesta, Chile defendía que los acuerdos de 1952 y 1954 constituían una delimitación clara y que Perú había respetado estos límites durante décadas.

La disputa se mantuvo durante varios años hasta que, en enero de 2014, la CIJ emitió su fallo. La Corte dictaminó que parte de la frontera seguiría la línea paralela propuesta por Chile, pero también concedió a Perú una porción de aguas más allá de las 80 millas náuticas, siguiendo una línea equidistante al suroeste. El veredicto fue interpretado como un compromiso, otorgando victorias parciales a ambas naciones.

Consecuencias y el futuro

El fallo de La Haya fue visto como una oportunidad para aliviar las tensiones, aunque dejó una sensación agridulce en ambos países. Chile mantuvo su control sobre una gran parte de las aguas que consideraba suyas, mientras que Perú ganó acceso a una porción significativa del mar en disputa. Sin embargo, el proceso dejó en evidencia la fragilidad de las relaciones diplomáticas entre los dos vecinos y la importancia de la diplomacia marítima en América Latina.

A pesar del fallo, tanto Chile como Perú han seguido manteniendo diferencias sobre aspectos menores de la implementación del veredicto, pero el conflicto no ha vuelto a escalar a niveles peligrosos. Hoy en día, ambos países continúan cooperando en áreas como el comercio y la pesca, pero la geopolítica del mar sigue siendo un tema sensible que resuena en la política interna de ambas naciones. Las lecciones aprendidas de esta disputa sirven como un recordatorio de que, en una era de interdependencia, la resolución pacífica de los conflictos fronterizos es crucial para mantener la estabilidad en la región.



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