Brasil planifica para el 2040 y Argentina tiene a los Kirchner de vuelta

Brasil ya piensa en 2040, ¿y Argentina?

Por Francisco de Santibañes Infobae



El presidente de Brasil Jair Bolsonaro y el canciller argentino Felipe Solá

Supimos recientemente que, por pedido del Ministerio de Defensa de Brasil, 500 civiles y militares de ese país ayudaron a elaborar un documento estratégico con vistas al 2040. En este trabajo se presentan una serie de escenarios que llaman la atención. En uno de ellos tiene lugar un conflicto con Francia debido a que su gobierno, desde la Guyana francesa, decide promover la independencia de un área de la Amazonia brasilera. La internalización de la Amazonia es entonces presentada como una de las amenazas que enfrenta Brasil, pero también lo son el terrorismo, la militarización del Atlántico Sur y la presencia en Sudamérica de potencias extra regionales. De hecho, en otro potencial escenario China intenta instalar una base militar en la Argentina, algo que finalmente no ocurre debido a la mediación brasilera.

Pero más allá de estos escenarios, lo más destacable del documento es que muestra la existencia de una visión en Brasil sobre el escenario internacional actual y futuro, condición necesaria para pensar el lugar que cualquier país puede y debe ocupar en el mundo. A lo largo de sus páginas, emerge un mundo bipolar en donde la competencia estratégica entre China y Estados Unidos se termina trasladando a América Latina. Este tipo de marco teórico es el que les permite a las autoridades de un país tomar decisiones respecto a la formación de alianzas internacionales, la organización del Estado y las inversiones que éste debe realizar.

El contraste con lo que ocurre en la Argentina es enorme. Hace años que resulta difícil encontrar dirigentes argentinos (políticos, empresariales, intelectuales…) que piensen de manera estratégica. Pareciera que la necesidad de “apagar incendios” debido a las reiteradas crisis por las que atraviesa el país ha llevado a que nuestra clase dirigente se olvide de la que debería ser una de sus principales tareas. No es casualidad que aquellas áreas de gobierno relacionadas con el pensamiento estratégico (educación pública, finanzas públicas y Defensa Nacional, entre otras) sean también algunas de las que mayor preocupación despiertan debido a sus malos resultados.

Otra víctima de la falta de pensamiento estratégico es nuestra política exterior. El problema no es que no haya habido gobiernos con los que, dependiendo de nuestra visión del mundo, podamos coincidir. El problema es que la falta de una visión estratégica común nos ha llevado a cambiar constantemente políticas claves, como son aquellas relacionadas con Malvinas, Estados Unidos y Venezuela. Para ser respetado en el escenario internacional, un Estado debe poder mostrar cierta continuidad en su política exterior. Esto, en parte, es lo que lo convierte en un socio atractivo, confiable y respetado.

Enfocarnos en el largo plazo tiene una ventaja adicional: facilita el tipo de acuerdos y consensos que necesitamos para establecer políticas de Estado. Por lo contrario, los temas del día a día son aquellos que tienden a dividirnos, ya que en estos casos las ganancias de unos suelen significar las pérdidas de otros.

Un ejemplo de esto son las discusiones que tienen lugar en torno al acuerdo estratégico entre la Unión Europea y el Mercosur. En principio, esta iniciativa cuenta con un amplio respaldo académico y político dado que, además de ayudarnos a integrarnos a la economía internacional, elevando así nuestra productividad y salarios reales, generaría reglas de juego más claras y estables. Esto, a la vez, incrementaría las inversiones. Pero las visiones de corto plazo -que tienden a enfocarse en las dificultades prácticas que implica sortear la oposición de aquellos sectores que en un inicio se verían perjudicados- dificultan su firma y ratificación parlamentaria.

Las implicancias de esto son preocupantes no sólo desde el punto de vista económico sino también político, ya que su no firma pondría en riesgo la misma existencia del Mercosur. En este sentido, nuestros socios ya han expresado su deseo de avanzar con este tipo de acuerdos y abandonar las políticas proteccionistas. Si Brasil, Paraguay y Uruguay deciden, por ejemplo, alcanzar acuerdos comerciales por su cuenta con la Unión Europea, Estados Unidos o China, la Argentina se quedaría políticamente alejada tanto de sus vecinos como de los centros de poder mundial.

No podemos exigirle a los ciudadanos que participen activamente de la elaboración de las políticas estratégicas. Sus necesidades son muchas y las políticas de largo plazo no afectan su vida diaria. Es entonces responsabilidad de nuestra dirigencia (que debe ser meritocrática y abierta a todos los ciudadanos) pensar y actuar en base a los intereses estratégicos del país.

El autor es secretario general del CARI y global fellow del Wilson Center.

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